EL QUE EXPERIMENTEMOS GRAN VARIEDAD DE EMOCIONES NO COMPRUEBA QUE ESTAS SEAN O NO ESPIRITUALES

 Hay, sin duda, imitaciones de todo tipo de emociones espirituales. La gente puede imitar el amor cristiano, pero existen ejemplos de imitaciones de otras emociones espirituales también. El rey Saúl sintió una falsa tristeza por su pecado (1 Samuel 15:24-25, 26:21)


Los samaritanos sintieron falso temor de Dios (2 Reyes 17:32-33). Naaman, el sirio, sinti6 una falsa gratitud luego de la cura milagrosa de la lepra (2 Reyes 5:15). En la parábola que Jesús contó del sembrador, la tierra pedregosa representa personas que tenían un gozo espiritual falso (Mateo 13:20). Antes de su conversión el apóstol Pablo tenía un falso celo por Dios. (Gálatas 1:14, Filipenses 3:6). Después de su conversión, acuso a muchos judíos incrédulos de tener este celo falso (Romanos 10:2). Muchos fariseos entretenían una falsa esperanza de la vida eterna (Lucas 18:9-14, Juan 5:39-40).

Sin ser salva, entonces, la gente puede sentir toda clase de emociones falsas que se asemejan a las emociones espirituales verdaderas. No hay razón por la cual no puedan sentir muchas de estas impresiones al mismo tiempo.

Por ejemplo, las multitudes que acompañaban a Jesús en su entrada a Jerusalén parecen haber tenido muchas emociones religiosas al mismo tiempo. Estaban llenas de admiración y amor por Jesús. Le mostraban gran reverencia, y tiraban su ropa en suelo para que el pasara por encima. Expresaban gran gratitud por las buenas obras que había hecho. Manifestaban, fuertes deseos por la venida del reino de Dios y su gran esperanza era que Jesús estuviera por establecerlo. Se veían llenas de gozo y celo en sus alabanzas a Jesús y su ánimo de acompañarlo. Sin embargo ¡cuan pocos de ellos eran sus verdaderos discípulos!

La existencia de muchas emociones falsas a la misma vez en la misma persona no es ningún misterio. Cuando surge una emoción fuerte, es natural que produzca otras impresiones, especialmente si la primera emoción en aparecer es el amor. Como dije antes, el amor es la emoción principal, y, por decirlo así, la fuente de las otras sensaciones.

 Imagínese una persona que por mucho tiempo ha tenido temor del infierno. Satanás llega y la engaña haciendo que piense que Dios ha perdonado sus pecados. Supongamos que Satanás la engaña a través de una visión de un hombre con una preciosa cara sonriente y brazos abiertos. El pecador cree que esta es una visión de Cristo. O tal vez el diablo lo confunde con una voz que dice “Hijo, tus pecados te son perdonados,” la cual el pecador piensa es la voz de Dios. Así empieza a creer que es salvo, a pesar de carecer de un entendimiento espiritual del evangelio.

¡Que variedad de emociones entrarían en la mente de este pecador! Estaría lleno de amor para su Salvador imaginario quien el piensa le ha salvado del infierno. Se sentiría lleno de gratitud por esta salvación imaginaria. Se llenaría de gozo sobrecogedor. Sus emociones lo impulsarían a hablar a otros de su experiencia. Con facilidad se humillaría delante de su dios imaginario. Se negaría a si mismo y celosamente promocionaría su religión imaginaria mientras durara el fervor de sus emociones.

Todas estas emociones religiosas pueden surgir juntas de esta manera. Sin embargo, la persona a quien nos hemos estado imaginando no es cristiana. Sus emociones son el resultado del funcionamiento natural de su propia mente, no de la obra salvadora del Espíritu de Dios. El que dude que esto sea posible entiende muy poco de la naturaleza humana.

 Por: Jonathan Edwards