Uno de los efectos destructivos del pecado fue petrificar el corazón del hombre contra Dios. Una piedra no alberga pensamientos, no tiene emociones ni se mueve por sí sola en ninguna dirección. Por eso Su Palabra no halla cabida en tu mente, ni tus emociones son movidas a alabarle, ni tu voluntad es impulsada a obedecerle. No te engañes. Jesús dijo: “Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí” (Mt 15.8). No obstante, te tengo una buena noticia, Dios puede cambiar tu corazón. “Quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne” (Ez 11.19). Arrepiéntete y cree en Jesucristo y Él te dará un nuevo corazón donde habite Su Espíritu.
El poder de Jesús sobre la dureza del corazón humano | Mateo. 9:9 – Sugel Michelén
4 años ago
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