Mirar hacia el cielo. (Isaías 40:26)

Mi hijo observaba en la portada de su libro de filosofía una foto de la escultura de <>, A.Rodin(1840-1917). Está célebre estatua representa a un hombre musculoso sentado en el borde de una roca, con la cabeza apoyada en la mano derecha y la mirada fija en el suelo. Entonces pregunté a mi hijo: -¿Qué opinas de esta escultura?
-Parece como si tuviese preocupaciones.
-Es cierto. Dan ganas de decirle: ¡Incorpórate! ¡No busques en ti mismo la solución, levanta la cabeza y mira hacia el cielo!

Muchos filósofos y pensadores han escrito sus reflexiones sobre la vida a partir de investigaciones que tienen como base sus propios pensamientos. Algunos incluso llegaron a construir su propio sistema, el cual nunca llegó a ser realmente convincente.

¿Por qué existe ese estancamiento? Porque la clave del misterio de la existencia no puede venir del hombre. Este último tiene que mirar aquel que lo creó, a Dios mismo. Sólo Dios conoce perfectamente el significado de la vida de los seres humanos que ha creado.
Dios, ¿guardó este conocimiento para sí mismo? No.

El se dio a conocer al hombre, en otro tiempo por medio de los profetas y luego por su Hijo Jesucristo. Mandó escribir la Biblia, su Palabra. A todos los que creen en él les dio no solamente la vida eterna, sino también “el espíritu que proviene de Dios (1 Corintios 2:12).

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