SERMÓN PREDICADO LA MAÑANA DEL DOMINGO 11 DE DICIEMBRE 1859
POR CHARLES HADDON SPURGEON
EN EL MUSIC HALL, ROYAL SURREY GARDENS, LONDRES
HABIENDO SIDO LA ÚLTIMA OCASIÓN EN QUE PREDICÓ EN ESE LUGAR.
“Por tanto, yo os protesto en el día de hoy, que estoy limpio de la sangre de todos; porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios”. Hechos 20: 26, 27.
Cuando Pablo se despidió de sus amigos efesios que habían venido a Mileto para decirle adiós, no les pidió un elogio por su capacidad, ni les solicitó que encomiaran su férvida elocuencia, sus profundos conocimientos, el alcance de su pensamiento o su penetrante juicio. Pablo sabía muy bien que podían reconocerle todas esas cosas, y con todo, que podía ser desechado al final. Él requería un testimonio que fuera válido en la corte del cielo y que fuera de valor a la hora de la muerte. Su más solemne testimonio es: “Yo os protesto en el día de hoy, que estoy limpio de la sangre de todos; porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios”. En el apóstol esta declaración no era ningún egotismo. Era un hecho que Pablo, sin cortejar las sonrisas ni temer la desaprobación de nadie, había predicado la verdad, toda la verdad y sólo la verdad, según le había instruido el Espíritu Santo y tal como la había recibido en su propio corazón. ¡Oh, que todos los ministros de Cristo pudieran dar un testimonio semejante!