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En esta sesión Josef Urban y Héctor Bustamante nos estará hablando sobre la Trinidad.
La evidencia bíblica en favor de la generación eterna del Hijo se puede resumir como sigue.
1. La economía de la redención es la de la creación (Jn. 1:1-3; He. 1:2; 1 Co. 8:6). Es, sin duda, extraño que tanto en la economía de la creación como en la economía de la redención se mantenga el mismo orden, si esta subordinación económica no refleja una cierta subordinación hipostática en la Trinidad misma.
2. La Biblia enseña explícitamente que el Hijo es engendrado o, al menos, derivado (Jn. 1:14, 18). La traducción de la palabra clave es, sin embargo, objeto de disputa. Algunos la traducen a la manera tradicional, ‘unigénito’, mientras que otros prefieren la traducción ‘único’. Hasta cierto punto, este problema de traducción se relaciona con una etimología que es objeto de disputa. Algunos derivan la palabra del verbo que significa ‘llegar a ser’. Cualquiera de estas posibles etimologías contiene la idea de derivación (eterna).
3. Proverbios 8:22-31 también contiene enseñanza explícita con este resultado si se aplica al Hijo de Dios. El Nuevo Testamento mismo parece hacer la aplicación (Col. 2:3; 1 Co. 1:24, 30; Lc. 11:49). Nótese también Miqueas 5:2.
4. Se ha argüido a veces que la designación ‘Hijo’ no se utiliza nunca acerca del Cristo preencarnado. Poniendo por caso que permitimos esta interpretación de estos términos, ello no explica el uso del término ‘Padre’. Este término se aplica claramente a la primera persona de la Trinidad como descripción de su relación con la segunda antes de la encarnación (Jn. 10:36; 16:28; 1 Jn. 4:14). Es imposible desvincular este término de la idea de Uno que es la causa, el origen o el que engendra. El Padre es el Padre precisamente del Hijo (Jn. 15:18; Col. 1:3; Ef. 1:3; 2 Co. 1:3; 1 Co. 8:6).
5. El argumento de que el término ‘Hijo’ nunca se usa del Cristo preencarnado no convence (Jn. 3:16; Gá. 4:4; 1 Jn. 4:14).
6. El argumento de que el término ‘Hijo’ no significa sino igualdad no es convincente. Que denota igualdad es algo que, por supuesto, no negamos. Sin embargo, decir que sólo denota esto parece oponerse abiertamente a todo lo que conocemos no sólo acerca de la palabra ‘padre’, sino también acerca de la palabra ‘hijo’.
7. Se puede conseguir más evidencia para la doctrina de la generación eterna a partir de lo que podemos llamar la doctrina de la expresión eterna. La otra designación clara del Hijo preencarnado es el Verbo. Sin duda, esta designación da a entender una relación de subordinación entre la persona designada como Dios y la persona designada como el Verbo en Juan 1:1. En cuanto a su esencia, ambos son Dios, deidad sin restricciones. ‘El Verbo era Dios.’ En cuanto a sus personas, sin embargo, uno es llamado ‘el Dios’ y el otro es llamado ‘el Verbo’ de Dios.
8. Sin una generación eterna y una procesión eterna y la doctrina de la subordinación hipostática, es imposible distinguir las diferentes personas de la Trinidad. No hay relaciones o cualidades personales reveladas. Aun una terminología como la Primera, la Segunda o la Tercera Persona de la Trinidad se vuelve ilegítima. Se nos deja con tres personas incoloras, sin variación e indistinguibles en la Trinidad. Este resultado huele a la esterilidad de la filosofía humana, no a la riqueza de la revelación bíblica.
9. Finalmente, la supresión de una paternidad real y eterna y de una filiación real y eterna empequeñece la gloria del amor redentor. ¿No es empequeñecida la gloria del Padre al dar a su Hijo para nuestra redención si limitamos la idea de la filiación en esta frase a una mera igualdad? El resultado es que una persona divina neutralizada da otra persona divina incolora. Según esta idea, ¿dónde está la gloria del sacrificio del Padre? ¿Dónde está la gloria de la obediencia filial del Hijo? La tendencia a dudar de la generación eterna y la procesión eterna disminuye la gloria del Evangelio.
2. De Dios y de la Santa Trinidad.
Samuel Waldrom; Exposición de la Confesión Bautista de Fe de 1689; pg. 63, 64.
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