Después de suspender la serie El Poder En La Debilidad sobre la segunda carta del apóstol Pablo a la iglesia de Corintos debido a la conferencia Por Su Causa, hoy el pastor Miguel Núñez predicó sobre el libro de los Hechos, del capítulo 2, los versículos del 42 al 46 y del capítulo 4, los versículos del 31 al 37, titulando este sermón Celebrando El Evangelio. Este mensaje es para dar gracias a Dios por el servicio desinteresado de la congregación en la conferencia Por Su Causa de la semana pasada.
En estos versículos se narran episodios históricos del inicio de la formación de la iglesia. Situaciones que se presentaron después del primer sermón de Pedro donde hubo la conversión de muchas personas con el derramamiento del Espíritu Santo, y la forma cómo vivían que los apóstoles se dieron cuenta que ya tenían que hacer las cosas de manera diferente, más organizadas.
Se observa la piedad y el afecto de los discípulos de Cristo, así como la caridad santa de los hermanos. Se evidencia que estos cristianos de la iglesia primitiva se mantuvieron cerca de las ordenanzas santas y abundaron en piedad y devoción; porque el cristianismo, una vez que se admite en su poder, dispone el alma a la comunión con Dios para que nos encontremos con Él. El Espíritu Santo los llenó de tal manera, y con ese gran amor de Dios, que hizo que cada uno fuera para otro como para sí mismo, tanto así que vendían sus propiedades y el fruto de la venta lo entregaban a los apóstoles para que a nadie le faltara nada, que no hubiera dificultades entre los hermanos, por lo que compartían el pan diariamente. La doctrina predicada era la resurrección de Cristo, un hecho que cuando se explica debidamente, es el resumen de los deberes, privilegios y consuelos de los cristianos. Eran de un solo corazón y un alma, tenían todo en común.
La vida cristiana es una vida de gozo y satisfacción, porque es el resultado del trabajo de Dios en cada uno. Es cuando el evangelio deja de ser un conocimiento, algo intelectual, y pasa a ser una vivencia, un estilo de vida.
En los hermanos de la iglesia primitiva se observa una transformación de su carácter que les permitían estar en gozo siempre, y esto solo lo hace Dios a través de Su evangelio. Los apóstoles se dedicaban a la enseñanza continuamente y todos se gozaban de la apertura del entendimiento y conocimiento del carácter de Dios. La ausencia de gozo en nosotros, muchas veces es obra de la carne, no del espíritu.
También se observaba la koinonia entre estos hermanos. Además de compartir las enseñanzas y la oración, también compartían el pan diariamente. Durante el fin de semana de la conferencia por Su Causa, este espíritu de koinonia se observo en la congregación, por lo que estamos orando para este espíritu de unidad y armonía se mantenga.
Comían juntos con alegría y compartían el pan. Una de las maneras de expresar el amor por los demás es compartiendo los alimentos. Las comidas en unidad forman lazos, vínculos entre las personas, por lo que se recomienda pasar junto a los hermanos este tiempo.
Adicionalmente oraban juntos. Esta acción es reconfortante y restaurador de relaciones. Cuando se ora en unidad sucede una de dos cosas, o Dios deja de ser Dios, o las personas cambian y dejan atrás sus diferencias. Y Dios nunca dejará de ser Dios. Al orar en comunidad usted tiene intimidad tanto con Dios como con los hermanos, y mejora la unidad.
Los hermanos de la iglesia primitiva compartían sus bienes y propiedades para que los otros hermanos pobres no tuvieran necesidades, para suplir sus necesidades. El dar cosas materiales al necesitado produce gozo y alegría, porque imitamos a Dios al despojarnos de algo para dárselo a alguien. Debemos batallar contra los deseos egoístas de la carne de no querer ser dadivoso, de no querer dar al necesitado. La abundancia muchas veces produce egoísmo y deseo de acumulación, mientras que la escasez hace todo lo contrario. El dar cosas materiales para suplir necesidades de otros produce unidad, y la gracia de Dios se hace abundante.
Después de la llenura del Espíritu Santo, los hermanos de la iglesia del primer siglo fueron unidos y agradecidos por el favor de Dios para con ellos, por el don de la salvación que habían recibido, y esa misma unidad y gozo de estos hermanos es que esperamos mantener en la IBI.
Padre celestial, alabamos tu santo nombre, y pedimos que mantengas en los hermanos de esta congregación ese espíritu de amor, compañerismo y servicio desinteresado que tuvimos en el fin de semana pasado. Bendiciones.