Gracias te doy, oh Dios incomparable,
por tu Santa Palabra inmaculada,
en la cual me alumbró la llamarada
del fuego doctrinal del Admirable.
Salióme al paso en mi senda oscura
con todo su esplendor y su clemencia,
siendo mi Salvador por excelencia
al hacerme una nueva criatura.
Por eso en la hora sacrosanta
que sube mi oración Tu Trono,
recibe mi alabanza en el tono
que mi alma gozosa a Tí canta.
Hoy, al llegar la fecha señalada
en que cumplo, Señor, estos mis años,
olvidando los negros desengaños,
vivo en la paz de tu bondad sagrada.
Así, pues, apoyado en el glorioso
cayado del Mesías, del Ungido,
te diré con acento redimido
¡que sólo en Jesucristo soy dichoso!
— Manuel Pérez del Busto —