Quiero compartir contigo
la historia de dos hermanas
se apreciaban mutuamente
y eran las dos muy amadas.
Huérfanas desde su infancia,
su abuelita las cuidaba;
las instruyó, aconsejó
¡Cuánto ella se esmeraba!
Las dos en un mismo ambiente,
las dos muy bien educadas
Pero … ¡es triste decirlo!
Una necia … la otra sabia.
Una atendía los consejos
y siempre los practicaba;
era dulce, muy sumisa,
obediente, humilde y mansa.
La otra era altanera,
a veces muy malcriada;
de aquello que le advertían
ella siempre se burlaba.
Siempre hacía lo que quería,
según su prudencia andaba;
la pobre no imaginó
la vida que le esperaba.
Al caminar de los años
cada cual en su jornada,
muy feliz era la sabia,
la necia muy desdichada.
Cada una cosechó
los frutos en abundancia
segaron lo que sembraron
¡Se cumplió así la Palabra!
No olvidemos esta historia,
aprendamos la enseñanza;
pues la historia se repite
y siempre habrá dos hermanas.
— Zaida C. de Ramón —