Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?(Santiago 2:5)
Los que andan en el camino de Cristo deben llevar el sello de los pobres de la manada mientras esperan Su venida. Si realmente cuentan con el señor, gozarán de su comunión y le verán acompañándolos en el sendero de la fe.
A orillas del mar, Jesús predicaba el evangelio libremente a las multitudes; pero cuando se retiró, tomo solo a los doce discípulos con sigo en el barco. En el monte, solo estaban tres de sus discípulos con él para ser testigos de su transfiguración; también tres en el Jardín de Getsemaní; había uno solo, junto con la madre de Jesús, cerca de la Cruz y, cómo trofeo de la redención, hubo solo el alma de un malhechor.
Después de su resurrección, Jesús se dejó ver únicamente por sus discípulos (Hechos 10:41) y, en cuanto al lugar de encuentro que él designo, no estaba en Jerusalén ni en ninguna otra ciudad importante, sino sobre cierto monte de Galilea (Mateo 28:26). También eran pocos numerosos sobre el monte del Olivar los testigos de su ascensión. Sin embargo, eran bastantes para establecer los hechos que debían dar a conocer a su alrededor, bastantes testigos para la fe y para el corazón que desea seguir a Cristo humilde y fielmente.
El carácter de la manada en las Escrituras es este: los que forman parte de ellas son pequeños, pobres y menospreciados. Se debe ser pequeño para entrar en el reino de los cielos (Mateo 18:3).
No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino. (Lucas 12:32)