Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. (Romanos 10:13)
Pablo cita al profeta Joel en este versículo, declarando que todo el que invoque el nombre del Señor será salvo (Joel 2:32). Al hacerlo, Pablo logra dos cosas. Primero, conecta esta verdad con su declaración en el versículo anterior de que Cristo, el Señor de todos, da sus riquezas a todos los que lo invocan, tanto judíos como gentiles.
La idea de “invocar el nombre del Señor”, en este contexto, significa aquellos que se vuelven a Cristo con fe buscando la salvación. Aunque no es literalmente una descripción de la “oración del pecador”, Pablo se refiere a aquellos que expresan el sentimiento que contiene una “oración del pecador”. Este es el acto de poner la fe en Cristo. Esto es fundamentalmente diferente de los que Jesús describió en Mateo 7: 21-23, como aquellos que usan Su nombre, en él.
Pablo también hace una segunda conexión, mostrando que Cristo el Señor es de hecho el Yahvé de Israel del Antiguo Testamento. Ellos son uno en lo mismo. Todos los que lo invocan con fe, tanto judíos como gentiles, serán salvados de la ira de Dios contra el pecado y compartirán la gloria de Dios para siempre.
