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Fuente http://www.spurgeon.com.mx/
SERMÓN PREDICADO LA MAÑANA DEL DOMINGO 16 DE DICIEMBRE, 1860
POR CHARLES HADDON SPURGEON
EN EXETER HALL, STRAND, LONDRES.
“Si yo me justificare, me condenaría mi boca; si me dijere perfecto, esto me haría inicuo”. Job 9: 20.
Desde que el hombre se hizo pecador siempre ha estado convencido de su propia justicia. Cuando de suyo tuvo justicia nunca se glorió de ella, pero desde que la perdió, ha pretendido perennemente ser su poseedor. Esas palabras altaneras que profirió nuestro padre Adán cuando intentó esconderse de la culpa de su traición a su Hacedor, echándole aparentemente la culpa a Eva pero culpando realmente a Dios, que le dio a la mujer, eran virtualmente un argumento a favor de su inocencia. Sólo pudo encontrar una hoja de higuera para cubrir su desnudez, pero cuán orgulloso estaba Adán de esa excusa ataviada de hojas de higuera, y cuán tenazmente se asió a ella.