Un sermón predicado la mañana del Domingo 10 de Mayo, 1857
por Charles Haddon Spurgeon
En Music Hall, Royal Surrey Gardens, Londres.
“La Salvación es de Jehová.” Jonás 2: 9.
Jonás aprendió este enunciado de buena teología en un extraño colegio. Lo aprendió en el vientre de la ballena, en los abismos de la tierra, cuando tenía unas algas enrolladas en su cabeza, y suponía que las rejas del orbe terráqueo lo habían encerrado para siempre. La mayoría de las grandes verdades de Dios deben ser aprendidas en medio de la tribulación. Deben ser grabadas en nosotros con fuego, con el hierro candente de la aflicción, pues de lo contrario no contarán con nuestra aceptación. Nadie es competente para juzgar en lo relativo al Reino, mientras no haya sido probado antes, pues hay muchas cosas que deben aprenderse en las honduras, que no podríamos conocer en las alturas. Descubrimos muchos secretos en las cuevas del océano, que, si nos hubiésemos remontado al cielo, no habríamos podido conocer. El predicador que cubre mejor las necesidades del pueblo de Dios, es aquel que ha sufrido en carne propia esas necesidades; el que ha necesitado consuelo, podrá consolar mejor al Israel de Dios; el que ha sentido su propia necesidad de salvación, predica mejor sobre ese tema. Jonás, cuando fue liberado de su grave peligro, cuando por el mandato de Dios, el pez abandonó obedientemente las grandes profundidades y entregó su carga en la costa, fue capaz de juzgar entonces; y este fue el resultado de su experiencia en medio de la aflicción: “La salvación es de Jehová.”