Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo?

  Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. porque: Toda carne es como hierba, Y toda la gloria del hombre como flor de la hierba.  La hierba se seca, y la flor se cae; Mas la palabra del Señor permanece para siempre. m Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.(1 Pedro 1:23-25).

 La semilla es la palabra (Lucas 8:11) que Dios dirige a los hombres, mensaje de verdad, de amor y esperanza. Ese mensaje está en el libro más impreso y vendido del mundo, es decir, la Biblia. Cuando la leemos es como una semilla, un germen de vida que Dios siembra en el corazón. Su lectura nos muestra lo que Dios piensa con respecto al hombre, y hace que nos demos cuenta hasta qué punto estamos lejos de satisfacer sus exigencias.


 

 Pero también nos revela el don maravilloso que Dios nos hizo en la persona de su propio Hijo, Jesucristo, y la salvación que nos ofrece si aceptamos sencillamente confiar en él. Entonces «germinará» en nuestro corazón, transmitirá la vida eterna a nuestra alma y contribuirá al desarrollo de esta vida.

Desgraciadamente es posible que la semilla no alcance la madurez necesaria y no lleve fruto. Puede ser comida por los pájaros, quemada por el sol apenas haya germinado, o incluso puede suceder que el tierno tallo sea ahogado por las malas hierbas. Tal vez un lector sea indiferente, otro quizá se desanime rápido, o incluso un tercero esté interesado pero se halla demasiado ocupado en los negocios y preocupaciones de la vida.

 Y usted que lee estas líneas, ¿será como una tierra preparada y fértil, para dejar crecer “la palabra de Dios que vive y permanece para siempre”?

(Mateo 13:27-30) 27 Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña?
28 El les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos
29 El les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo.
30 Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores:  Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero.